lunes, 23 de abril de 2012

Tercera carta: pellízcame si estoy en un bar.


Y yo que pensaba que no podría escribirte esta carta, aquí estoy dándole al teclado con ansiedades por recién empezarla. En mi casa no hay té y aunque el negicito quede en la esquina no logro parame de esta silla, tengo frío o angustia que es lo mismo. 
Ya me pensaba yo que el verte seria de esos juegos de 12 años llenos de ojos y pelos que se mueven, ya me diría yo que el no verte en tanto tiempo le haría respiración artificial a las hormigas de mi guata. 
Y es que este tiempo no he estado bien, te puedo contar que me molesta una piedra en el zapato o me queda muy apretado el moño, por no contarte que fracasé con un amor flechazo, y que mierda es el fracaso. Pues si bien dejé de pensar en él cuando el yoyoyoyo se olvido de mi, tú sabes que no me gusta fracasar y menos cuando se trata de amores. Que ganas de contarte todo eso cuando tus pestañas me sonaron como música en el bar, pero nada de ponerse trágica en un bar. Que ganas de que las mesas estuvieran desocupadas para poder mirarte mejor y es que soy tan chica que hasta las cabezas sentadas me ganan.                                                                                                                                             Estábamos ahí, tú hablando fuerte y yo más, bailando como si un terremoto nos esperara afuera, chocando con gente de la que me acordaba en la mañana y prometiendo el cielo, el mar y la vida que nos volveríamos a ver entre gritos de cantinero, siempre con una sonrisa , porque sino vales menos que el olor a cigarro con el que sales. 
No nos veíamos desde el día en que te dije que quizás no me gustabas, no te veía desde el día del eclipse donde quería darte tantos besos como cachetazos. Ahí estaba el bar de luces rojas, la música media roja y mis cachetes que hacían bastante juego, y es que los bares son tan crueles a veces, tanto como para separarnos bajo luces rojas y tragos negros. 
Tú bailabas al son de tu cigarro clavado en la mano y se notaba que no te habías mirado al espejo un solo segundo antes de salir, eso me gusta de ti, tus rulos desordenados, la camisa de pescaditos y ese cinturón que creo jamás salió de tu cintiura. No te veía hace tiempo y ahora te veía tanto que me encandilaba, me encandilaba tanto que te confundía con el amanecer, el mismo que se asomó haciendo que la gente escapara de la noche para volver a la vida sin fiesta. La gente salía, ya no te veía, eso me mató. Como fantasma no me dejaste opción más que salir chancletiando con mis tacos para preguntarte por qué te ibas sin despedirte y quizas algo más que no quiero recordar. 
No me iba, me dijiste, te estaba esperando.

De pronto desperté, tú estaba en el baño y el sueño del bar se volvía a repetir. Te lo conté y me pusiste la cara de ojos caídos y la vocecita que dice ¿Por qué siempre sueñas tantas cosas? yo no sueño nunca. Ven a dormir negri…dije que en un ratito, que tenia que prepararme un té y escribirte una carta.

martes, 17 de abril de 2012

Segunda carta: La carta que te escribí cuando te fuiste en la mañana



No se trataba de cumplir un tiempo determinado frete a tus ojos y darse cuenta si eras o no, eso no me importaba si mientras te miraba de ojos cerrados, me podía dar cuenta que tu inmovilidad me aseguraba unos minutos más a tu lado. Yo no paraba de imaginarme como sería tu cara al despertar, si la vergüenza te haría esconder la esencia debajo de la almohada o el mundo te haría escapar por la ventana sin decir adiós (igual son imágenes divertidas en mi cabeza). 
Te analicé bastante rato como para notar que roncas un poco cuando duermes de lado y no te sirve de mucho el peinado por la noche, que tus calzoncillos son horribles pero de película y que de repente si no estuvieras aquí, el sol no se hubiera demorado tanto en salir. 
Ya a la hora que yo no puedo dormir, te desperté sin querer queriendo, tus besos tenían sobre valorado al  cigarro y tus ojos comían las paredes de pudor, no de pudor tan malo esos sí, porque tus cariños de pelo me lo dijeron antes de que te asaltara con la pregunta. En esos minutos solo supe que te pasaba lo mismo que a mí, tenías ganas de salir de la situación, de salir por la puerta y pensar en que ahora ya nada sería igual, las mismas que tenía yo de que te fueras para poder verte otro día más arreglada y con más páginas que escribir sobre las sillas del recuerdo. 
Yo no sé qué pasa detrás de mi puerta ahora y no me importa, porque no creo en la felicidad eterna, solo en los aires con olor a vainilla que duran lo que tiene que durar. 
Ojalá que cuando leas esta carta el recuerdo de ese día sea  distinto al mío, porque así tendremos dos historias que contar, quizás alguna más sexy y otra más romántica.

miércoles, 11 de abril de 2012

La carta que te escribí después del matrimonio de mi ex.



Fue en ese matrimonio donde yo te dije que me gustaba ser tu amiga, que dejaste de ser mi amigo. No me acuerdo bien si eran los zapatos o mis ovarios los que me dolían de forma razonable, pero sí me acuerdo que tu bigote me daba cosquillas sin tocarlos. No se si supe desde un principio que terminaríamos tomando mucho consomé y que cuando sonara la canción que me gusta estarías solo en un rincón, yo te buscaba lo admito. Los velos de la novia no se comparaban con el rococó de tus zapatos puntiagudos y tu caminar al calse del pantalón, yo sé que algo volaban a tu alrededor pero no recuerdo bien si era azul o rojo. Pasaban las horas del meloso momento y no podía mirar como los novios de torta bailaban el vals,  sin saber si te sonreías o te daba lo mismo. Te busqué con la vista y sonreías con vergüenza y ternura juntas, lo supe porque es la misma cara de "ternuvergüeanza" que nunca olvido. 
Cuando nos chocamos en la barra supe que no bailaríamos y me dio pena, y es que a todos se les ocurre invitar con pareja cuando los matrimonios son una de las oportunidades más visibles de encontrar el destellito, pues andamos pasados a espíritu santo y flores de noche. 
Mucho canapé y  pisco sour me hicieron pensar que nos volveríamos a ver en otro matricidio.

miércoles, 4 de abril de 2012

Tengo, tengo, tengo, tú no tienes nada.


Tengo una hermana abogada que siempre ha tenido todo claro como el agua, por eso que cuando se acuerda de llorar, llora mucho. Tengo gente que dice que el amor de las películas no existe y tienen razón, pero solo porque no se dan cuenta que esta es la escena en donde ellos dicen eso y yo le digo que está bien que piensen eso. Tengo un padre que se deprime fácilmente porque piensa mucho la vida en vez de vivirla, pero que cuando se acuerda de su risa es el más increíble de todos. 
Tengo una madre tipo pedestal que si se cae nos quedamos en pelotas. Tengo una “amigahermana” que en su guata tiene un facundo y eso la hace ser más linda desde adentro. Tengo una obsesión con mirar a la gente y buscar su lado débil, ese que los deja al descubierto corriendo al vagón del metro antes que se cierre la puerta, comiendo apurados mientras caminan o con los calcetines cambiados; débil como un auto abollado, un perfume de señora, una señora chiquitita con muchas bolsas de supermercado o la canción de Gervasio.
PUNTO. Tengo muchas cosas brillantes, bicolores o color aire de las que podría hablar, pero lo que tengo y bien guardado entremedio de mi closet, en una cajita irrompible por si hay niños destructores por ahí, es a mi. Yo me tengo y me costó atraparme, porque me escurría entre lágrimas de cocodrilo, pues me he perdido unas cuantas veces entre trenes que no avanzan y me he escondido entre árboles muy altos que botan ramas que te noquean.
Me tengo a mi misma porque sé cuando quiero llorar, cuando quiero reírme y cuando amo a alguien, sé que si no me hubiera tropezado con mis cordones jamás hubiera aprendido a abrocharlos bien, sé que no soy de las personas a las que le dicen “que suerte tienes”, sé que hay algunos que sufren más que yo y otros que son más felices, sé que tengo arrugas de tanto reírme y que me gustan los abrazos que no te sueltan, sé que no me puedo mentir a mi misma porque mis ojos en el espejo me apuntan con el dedo, sé que necesito cosas simples pero complicadas para el resto, sé que necesito una parka, que no necesito amor en cuotas y que me hace feliz una manito en la calle, sé que necesito un buen cuento para leer y un buen beso para perecer, sé que no me conformo con los caminos recorridos y los cemáforos que duran mucho, sé que soy capaz de escuchar una canción más de 4 veces seguidas y acordarme de lo que soy, sé que la soledad es estar conmigo y que cuando estoy con los demás no la dejo sola, sé que creo en el tarot de Internet pero no en las bocas que te dicen lo que tienes que hacer, sé que nadie es eterno, sé que estar enamorada es la base de la casa y que esa casa se construye clavo a clavo, se que cuando me muera no voy a llorar y ojalá que alguien diga “eso me lo enseño una amiga”, porque me tengo y si para algo me tengo es para dejarte aunque sea un mensaje de texto que te haga mostrar los dientes.