En Buenos Aires hay verano y uno de sus lugares habituales de mate y conversa, son las plazas. Esas con árboles y plantas y con monumentos, unas con más monumentos que otras y unas más peligrosas (de noche) que otras. Como las plazas, las con bancos y hartas paloma dando vueltas, con escaleras y lugares donde poner un chal y tomar cerveza.
(si, acá lo hacen, no sé si es legal pero se puede, todo se puede)
Por las plazas pasan todos los argentinos, unos corriendo, otros hablando por celular, otros fumando y hablando a la vez. Pero están los que se quedan, esos tiene caras felices a veces, porque saben que se van a quedar un rato y podrán contarse las cosas de ayer, escuchar música, leer o simplemente dormir y pensar.
El fin de semana y a unas 7 cuadras de mi casa, esta la plaza Francia, más viva que nunca. Una plaza que más que plaza parece del tipo circo, hay de todo: feria artesanal, música por donde se escuche y muchas personas sentadas en capullos, comiendo, tomando mate y riéndose del aire libre. Están los olores y los sabores, está el escuchar gente hablar en portuguesada y en inglesismos, está el vernos a nosotros mismos envueltos de argentinismos, están los soles y tardes de temple entusiasta. (Es raro saber que al lado de eso esta el cementerio general y sus mausoleos de reyes)
Un día nos sacamos fotos, nos fumaos un cigarro y un día, con mi amigo el Tatan, hicimos el intento de tomar sol, acá la gente se saca el pudor de las mejillas y toma sol cara de palta en la plaza, con bikini justo al frente de donde pasa el colectivo. (Los hombres también lo hacen, de hecho he visto al oficinistas de la hora de almuerzo, sacarse camisa y tirarse en la banca verde, tal cual Cancún)
Me gusta el no pudor y me gustan las plazas de la ciudad, son puntos de encuentro de las risa y también de los llantos de las parejas que terminan, de los besos (del primer beso) y de un momento de amistades.
Me gustan las plazas de Buenos Aires, porque hacen felices a los que viven en esos departamentos.