martes, 12 de febrero de 2013

Niños perdidos.

Ese día en la playa la gente aplaudía a mi alrededor como si me hubiera mandado un numerito o algo por el estilo, no entendí nada hasta que cai en cuenta que los ritmos no eran para mi, sino que para un pequeño niño que entre el tumulto de manos, botaba una lágrima que no era precisamente de emoción sino más bien del terror de haberse escurrido de su madre por una ola que lo encandiló y luego mirar para atrás y ver que su único amor se perdía entre la arena movediza. Por suerte y para mi suerte mental, la madre apareció debajo de una toalla y se lo llevó entre la ovación del público semi desnudo.

Al otro día ya no podría sacarme de la cabeza a los niños perdidos. Empezaba a pensar como comenzaría este escrito cuando el pequeño Mateo se me abalanzó como si lo hubiera tirado el mar y con el puchero en la cara y la lágrima a goteo que limpiaba la arena de sus anteojos, me contó que estaba perdido, quiero decir, yo le pregunté y me emocionó un poco la situación, por fin ayudaría a un niño a encontrar su amor, por fin aplaudiríamos a mano abierta para que Mateo encontrara a su Mamá y yo encontrara mi felicidad del día. Las cosas no son coincidencia dice mi tía, y le creo, pues Mateo de 7 años necesitaba encontrar a su Mamá y yo necesitaba encontrarme a mi. 
He ahí la cuestión, he ahí lo que me inspiró para entender que necesitamos más gente que aplauda en este mundo, necesitamos gente que aplauda para que la angustia de estar perdidos pase pronto, qué nos cuesta aplaudir!! yo aplaudiría por ti si pudiera, aplaudiría para que encontraras lo que perdiste, lo que no supiste que tenias hasta que lo perdiste.

Tan perdidos andamos que ya no vemos ni lo que tenemos en frente, perdidos en el trabajo, en los miedos, en las inseguridades y en la tele, estamos perdidos como Mateo que no se acordaba de cómo andaba vestida su Mamá, estamos perdidos porque arrancamos y corremos por la playa sin pensar que quizás nos aislaremos para siempre entre los quitasoles que creemos que le dan sombra a la vida.
Tan perdidos estamos que nos alejamos o alejamos a quienes nos quieren y nos metemos en una ola de la que no saldremos más, perdidos en lo que se debe hacer y no en lo que sentimos, perdidos como niños en cuerpos de grandes, perdidos porque no sabemos donde estamos parados, y es que la playa es muy grande y nos va a costar encontrarnos de nuevo, a no ser que vengan los aplaudidores y nos vuelvan a juntar por ahí, en la orilla del agua, donde las patas se juntan y la huellas se van.
No digo que sea malo perderse a veces, a veces es necesario para comprar un mapa y saber donde cresta queremos ir, a veces perderse es bueno y sobre todo cuando hay aplaudidores que nos ayudan a encontrarnos, a encontrar lo que perdimos o quizás eso que nunca tuvimos y ahora es lo que nos hace felices, aplaudidores que nos ayudan a encontrar algo nuevo, algo que nos hace bien.

Cuanto me gustaría aplaudirte para que encuentres lo que quieres en la vida, cuanto me gustaría aplaudirte para que te des cuenta que la vida no es larga y que necesitas volver, volver a la toalla donde dejaste tu parte de humano, volver a confiar y de una vez por todas reencontrante entre aplausos con el beso. Aveces es bueno dejar que te aplaudan, es bueno que alguien sin esperar nada a cambio aplauda a tu lado para que encuentres tu vida.